Cómo comprar una casa con cabeza y no meter la pata (spoiler: no es tan fácil como parece)
Buena inversión en una casa es buena inversión con una variable esencial: el tiempo.
Y no hablo de la humedad de Asturias ni de cuánto tarda el notario.
Hablo de veinte años.
Ni más, ni menos.
Esa es la lupa con la que hay que mirar tu futura casita soñada. ¿Te va a servir dentro de dos décadas?
Si no sabes, no compres. Así de simple.
Muchos clientes llegan creyendo que comprar una casa es como hacerse un tatuaje: para siempre.
Pues no.
Te tengo noticias, querido VIP de mi club de inversores rurales: en esta vida no hay nada eterno.
Hoy estás arriba, mañana estás abajo.
Hoy eres feliz con tu pareja, mañana estás firmando un divorcio por Zoom.
Hoy puedes correr maratones, mañana te duele la cadera solo con bajar la cuesta.
La vida cambia. Y rápido. A veces en 24 horas.
Toca madera, pero también toca ser realista.
1. Ingresos
Hoy ganas bien y te parece buena idea comprarte un refugio rural con vistas a la nada.
Pero ¿y si mañana te suben el sueldo? ¿Te ves viviendo ahí cuando podrías estar en una urbanización con jacuzzi y vecinos que no crían gallinas?
O al revés: si te bajan el sueldo o te echan, vas a mirar tu casita y pensar: “vaya capricho caro que no puedo mantener”.
El nivel de ingresos manda.
Y sube y baja como una montaña rusa sin frenos.
2. Amores y desamores
Solter@ feliz hoy, pero mañana te levantas con tres criaturas corriendo por casa. ¿Cabe toda esa tropa en tu microcasita?
O quizás al revés: hoy tenías una vida familiar estable y en cinco años estás separad@ pagando pensión y buscando estudio económico donde no te miren raro por llorar viendo series.
Las casas no se agrandan solas, y los divorcios no preguntan si ya reformaste la cocina.
Todo cambia. Y no siempre para mejor.
3. Ubicación: ¿monte, ciudad o infierno intermedio?
¿Tienes dinero? Urbanización de ricos. ¿No tienes ni pa gasolina?
Pueblo olvidado con nombre impronunciable.
¿Tienes familia?
Zona con cole cerca. ¿Eres freelance hipster?
Casa con buena fibra y sin cobertura en el móvil para decir que vives “desconectado”.
La ubicación es resultado directo de tu vida y tus prioridades.
Y esas cambian. Siempre.
4. Trabajo: el esclavo moderno
Sin curro, no hay casa.
A menos que seas heredero de Zara o vivas del aire (o de los padres).
La mayoría necesitamos estar cerca de donde se gana el pan.
Si trabajas online, aún peor: necesitas fibra óptica estable como un cirujano necesita buen pulso.
No puedes vivir en la cima de un monte sin cobertura y pretender hacer videollamadas con inversores.
5. Dimensiones: ¿palacio o cuchitril?
¿Te gusta el campo?
Genial.
Pero si solo vienes los findes, no compres una finca de 3 hectáreas que luego hay que desbrozar, mantener, pagar gasóleo, herramientas, podas y desratización incluida.
Si curras mucho, menos terreno es más vida.
Si eres jubilado con tiempo, adelante, haz de tu finca un pequeño Versalles.
Pero piensa bien: cuanto más grande, más gastos y más sudor. Y más facturas.
6. Salud, esa que ignoramos hasta que nos falla
Hoy eres fuerte como un roble.
Mañana te cuesta subir escaleras.
O tienes un familiar enfermo.
O te toca vivir en el médico.
Bajar del monte cada semana para hacerte analíticas no es calidad de vida.
Y si encima tienes artrosis, ¿quién te limpia el prado?
Si vas a comprar una casa, que sea una que no se vuelva tu cárcel cuando te falle el cuerpo.
Porque fallará.
Spoiler: a todos nos falla.
7, Gustos: volátiles como el clima asturiano
Hoy quieres vivir entre cabras.
Mañana quieres pasear por la playa con tu café y periódico.
Hoy adoras el silencio.
Mañana echas de menos un bar.
Los gustos cambian.
Igual que tú.
Lo que hoy parece idílico, puede ser tu pesadilla dentro de diez años. O antes.
Y no pasa nada. Pero tenlo en cuenta.
Entonces, si encuentras una casa que encaja con tu vida de hoy, pero también se adapta fácil a los posibles giros de tu guion dentro de los próximos 20 años —y encima está en una zona donde se pueda vender sin tener que invocar a todos los santos del inmobiliario—, no marees más.
No compares casas como si buscaras el Santo Grial.
No hagas perder el tiempo a propietarios y agentes.
Vive. Decide. Compra.
O no compres. Pero que sea con cabeza.
Y por favor, no me vengas con cuentos de cómo vas a vivir dentro de 40 años en el nuevo orden mundial, alimentándote de acelgas y abrazando árboles.
Vive ahora. Piensa en 20 años.
Y si todo cuadra: buena compra.
Suerte. Y ojo con meter la pata.